Por Gerardo Nieto López
Organismos internacionales como la OCDE, hablan de educación superior y lo hacen para reafirmar que ésta debe estar en concordancia con los requerimientos de la economía. Es decir, al servicio del mercado. “En México, la educación superior se debe alinear mejor a las necesidades cambiantes de la economía”. (OECD, 2019:3) Esta tesis significa que la educación es vista como una mercancía. La práctica de la orientación tiene uno de sus ejes temáticos fundamentales en el mercado de trabajo profesional. Esto es, en el futuro laboral de los egresados universitarios. Se abre así una triada conceptual: educación, orientación y economía. La hipótesis de este trabajo es que la orientación es un subsistema subordinado a la educación superior y determinado por la economía en un contexto de transformación estructural que tiene nuevos referentes en el mundo del trabajo. El objetivo de este artículo es analizar el futuro de la educación superior y de la práctica de la orientación, en una perspectiva histórica de bajo crecimiento y escasez de fuentes de empleo en la economía formal.
I. Una reflexión necesaria
¿Está la práctica de la orientación más allá del debate sobre la mercantilización de la educación superior? ¿Cuál es el futuro de la práctica profesional de la orientación? Todo el entramado teórico de la orientación educativa se diluye en un servicio que hoy no se sabe, a ciencia cierta, hasta qué grado contribuye a mejorar o no, algunas de las decisiones más importantes que deben tomar los jóvenes en su formación universitaria.
Una de las metas más claras de la práctica de la orientación, es la de lograr despejar las dudas que tienen los jóvenes respecto al mercado de trabajo, para lo cual es útil echar un vistazo a la economía. La transformación que se opera en este ámbito, muestra nítidamente una compleja realidad a partir de tres transformaciones que se registran: 1) el advenimiento de un nuevo patrón tecnológico propio de la Cuarta Revolución Industrial; 2) la persistencia de un modelo económico que no sirve para generar empleos en la economía real y que distorsiona el equilibrio entre oferta y demanda de egresados universitarios; y, 3) un sistema de educación superior desfasado y tradicional, que no responde a las exigencias de la Era de la información y la sociedad del conocimiento. (Malo, 2019)
En este contexto, la práctica de la orientación reclama un giro de 180 grados para evitar que la inercia la coloque en el lugar en el que actualmente se encuentra: sin atractivo para las nuevas generaciones y sin horizonte de futuro.
La educación está en un proceso de cambio que modifica sus alcances y su esencia. Educación y orientación son un binomio indisoluble. Hay desafíos muy complejos que las instituciones tienen que resolver. Uno de ellos, el cambio generacional y otro, la llegada de los aprendizajes autónomos como pieza fundamental del cambio estructural en educación. El modelo tradicional de Universidad cede terreno a otros conceptos ligados a resolución de problemas. La actual estructura de las universidades y de las instituciones de educación superior comprende una división por escuelas y facultades, pero esto forma parte del pasado; lo mismo puede decirse de los modelos e instrumentos rígidos de evaluación o de la práctica, aún cotidiana, de muchos profesores de dictar cátedra. Lo de hoy, son evaluaciones orales y flexibles; ya no hay primacía del salón de clases y tampoco de la cátedra propiamente dicha. Hoy los profesores coordinan aprendizajes autónomos en comunidades de aprendizaje conectadas en tiempo real; sin embargo, a la práctica de la orientación le gana la inercia. Tiene un relato construido con paradigmas del pasado. Las instituciones y quienes participan de la orientación profesional están obligados a cambiar su narrativa: la carrera ya no es lo que era; lo relevante de nuestra formación no es el cúmulo de conocimientos que uno memoriza, sino aquellos que uno aplica en la vida diaria. Hoy no se cambia de trabajo, se cambia de profesión por lo menos cuatro veces en la vida; lo que uno estudia al principio no nos determina los siguientes cincuenta años de nuestra existencia; el fantasma de la obsolescencia acompaña la irrupción del nuevo patrón tecnológico, por esto, entre otras razones, uno nunca deja de estudiar. (Malo, 2019)
II. La cuestión del modelo económico
¿Cómo explicar a los jóvenes el nuevo mundo del trabajo? Si un ámbito de la vida ha cambiado, ese es el mercado laboral. ¿Dónde estamos exactamente? En la economía hay muchas locuras. Una de ellas es que los incentivos del modelo económico están en los circuitos financieros, no en la economía real. Esto quiere decir que mientras los llamados derivados crecen de manera exponencial, la economía productiva lo hace en forma aritmética. A nivel mundial, la OCDE estima un crecimiento del producto para 2019 de entre 1.5 y 3.5 por ciento. Estadísticamente, el mundo está impedido de generar el número de plazas laborales en la economía formal para que todos tengan un empleo decente. El Banco Mundial apunta que México necesitaría crecer a una tasa de entre 6 y 7 por ciento como promedio anual, para estar en condiciones de incorporar al mercado de trabajo a 1.3 millones de jóvenes que anualmente llegan a la edad productiva. El crecimiento del PIB en 2018 apenas alcanzó el 2 por ciento y la estimación para el 2019 es menor a ese porcentaje.
Algo en el modelo económico no funciona. Es virtuoso para generar ganancias extraordinarias en los circuitos financieros, pero incapaz de crear empleo en la economía productiva. Dicho con otras palabras, es más fácil ganar dinero en las bolsas de valores que en los circuitos de la producción. En el espacio bursátil se comercia con papeles y futuros y en la economía real con bienes tangibles: materias primas, fuerza de trabajo, medios de producción que, al mezclarse, generan mercancías de valor superior que al venderse, en la segunda fase de circulación, incrementa el dinero original y da lugar al proceso de acumulación.
En la economía financiera, uno compra acciones a las 11:00 y las vende a las 13:00 al doble o triple de su valor. En cuestión de horas, los grandes especuladores ganan mucho dinero sin el entrelazamiento con el proceso productivo. Esto explica que en el mundo, los magnates tengan una preferencia muy clara por invertir en la bolsa y no en la creación de activos. Dicho en los términos de Oscar Ugarteche (2013): en la economía real yo tengo una vaca y vendo esa vaca y esa operación de venta sólo la puedo realizar una vez. En la economía financiera, tengo la vaca, pero además todos sus futuros subyacentes: la leche que producirá, los críos a los que dará a luz, los quesos y otros derivados. Son múltiples operaciones con cargo a un solo bien. Para el 2011, la economía real cabía 11 veces en el tamaño de los derivados financieros. (Nieto, 2016).
¿Cómo se relaciona todo esto con la práctica profesional de la orientación? Pues resulta que una de las preocupaciones más sentidas de los jóvenes que eligen carrera es que lo hacen con el pensamiento fijo de en dónde trabajarán después de la universidad. Por supuesto, ésta es una preocupación legítima que comparten con sus padres. El problema, visto desde su origen, atañe al modelo económico. Responder crudamente a esa interrogante nos lleva, sin más, a la antípoda de la orientación.
III. La práctica profesional de la orientación
¿Qué se busca con la orientación? Entusiasmar y alentar a los estudiantes a ir hacia adelante en su carrera universitaria. Que tengan o no empleo en algo relacionado con su carrera al terminar los estudios ya no depende de su elección de carrera, sino de la macroeconomía del crecimiento. Es decir, está sujeto a que el país crezca lo suficiente y que, además, lo haga con calidad: en los nichos de alto valor agregado.
¿Cómo lidiar con esto desde la práctica profesional de la orientación? El lugar común es que el joven estudie lo que le guste, para que pueda ser exitoso en la vida al dedicarse laboralmente a algo que lo llena y lo hace feliz. Pero los datos duros disponibles no dan para un planteamiento tan optimista. A la cifra de desocupación profesional, se suma una más dura: la de quienes egresan de las universidades y se ocupan en algo para lo cual no estudiaron, ya sea porque lo disponible en el mercado de trabajo son plazas de nivel técnico, ya porque no hay plazas suficientes de médicos, ingenieros, licenciados o investigadores. Las cifras alertan de una disrupción en el mercado profesional que llama a acciones heterodoxas. Es decir, que pasan por replantear toda la arquitectura de lo que hacemos, cómo lo hacemos y para qué lo hacemos, en un contexto de extrema incertidumbre y de ausencia de modelos. (Bauman y Bordoni, 2016)
Llegado hasta aquí y con el objeto de cerrar esta reflexión diremos que hay un amplio consenso en la comunidad de expertos y especialistas en educación, orientación y economía en tres vectores fundamentales del cambio: 1) el agotamiento del patrón económico neoliberal (Stiglitz, 2014); 2) el mercantilismo subyacente al modelo actual de educación superior; y, 3) el cambio de Era que avanza y que se expresa como una abrupta ruptura con el pasado (Nieto, 2009). Todo lo que existe son diseños que están en su fase de experimentación. La hechura misma de la Unión Europea está sujeta a evaluación tanto como la reforma que surgió del proceso Bologna en educación superior.
IV. A manera de conclusión
Antropológicamente, hoy se puede hablar sin exageraciones de una generación sin futuro. Ahí está el planteamiento de Carlos Taibo, con evidencia estadística y demográfica suficiente, que muestra cómo aún si todas las élites del planeta se pusieran de acuerdo, el colapso civilizatorio por la escasez de energéticos y el cambio climático, es inevitable. (Taibo, 2016) Gerardo Ceballos del Instituto de Ecología de la UNAM plantea que “…si el modelo de desarrollo actual no cambia radicalmente, habrá un gran colapso de la civilización en el año 2050…”. (Ceballos citado por Guzmán, 2019:4) Otras investigaciones estiman que la huella ecológica acelerará la Sexta Extinción y el colapso podría presentarse en el 2030.
Dice Taibo que el mundo está frente a dos caminos: la transición ecosocial o el ecofascismo. El primero, un regreso a las economías sociales, solidarias y comunitarias y el segundo, la sumisa aceptación de que la marcha del mundo no es sostenible y que la eliminación de millones de personas es la única manera de volver al equilibrio. Una tesis que abanderan los movimientos ultranacionalistas y conservadores de Europa y el norte de América.
La transición en la que nos encontramos es de carácter histórica y de naturaleza global. Trastoca todos los procesos. Orientar en estas condiciones es un reto mayor; elegir una carrera es todavía más complejo. Pensar en la práctica de la orientación como un asunto de política pública es fundamental para abandonar la inercia y romper la lógica perniciosa de seguir un orden dado y determinado por el pasado.
En un mundo sin certezas, hay sin embargo una que nos atañe: que de cualquier forma habremos de entrar, más temprano que tarde, a esta vorágine de cambios obligados. Definir en el menor lapso nuestra hoja de ruta, parece necesario e impostergable. Ya vamos tarde en este proceso.
La transición en curso, el cambio generacional y el nuevo paradigma tecnológico pueden dejar a la práctica profesional de la orientación en el limbo, un lugar del que sería muy difícil rescatarla. Ubicarla más allá de la mercantilización por la que presionan organismos como la OCDE o el Banco Mundial cuando se refieren a la educación superior, no sólo es obligado sino una postura moralmente digna.
Estamos en la antesala de una reflexión colectiva sobre el futuro de la universidad y la reforma que viene en el sistema de educación superior. Se requiere definir el papel que asumirá en este proceso la práctica profesional de la orientación. Tomar distancia de la economía de mercado y abrirse a un debate mayor en el contexto del nuevo estatuto que tendrán las universidades con una nueva relación con el sector productivo, pero sobre todo, con un amplio horizonte en investigación y creación de nuevo conocimiento, es necesario e impostergable. El plan de ruta de la orientación es indisoluble del futuro de la educación superior. Y ambas, orientación y educación, deben tener a la economía como referente, pero no como determinante de sus fines.
Referencias:
revistasenda@gmx.com
REVISTA SENDA DE ORIENTACIÓN Y ATENCIÓN EDUCATIVA, Vol. 1, Núm.1 septiembre de 2019, es una publicación trimestral editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, CP 04510, Ciudad de México, a través de la Dirección General de Orientación y Atención Educativa (DGOAE), Circuito Escolar s/n, CU. entre las Facultades de Ingeniería y Arquitectura, Ciudad Universitaria, Alcaldía Coyoacán, Ciudad de México. C.P. 04510, Tel. 5622 0431 / 5622 0433, http://www.orienta.unam.mx/senda, correo: revistasenda@gmx.com, Editor responsable Mtro. Rodolfo Esparza Márquez. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo Núm. 04-2018-091312190000-01, ISSN EN TRÁMITE, ambos otorgados por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Responsable de la última actualización de este número, Dirección de Apoyo Técnico. Fecha de última actualización: septiembre de 2019. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados siempre y cuando se cite la fuente completa y la dirección electrónica de la publicación