Autor:
Dr. Gerardo Nieto LópezSección:
Reflexiones y visionesResumen
La práctica profesional de la orientación está inmersa en un mundo no solo cambiante, sino profundamente cambiado. Lo que hay es cualquier cosa, menos un mundo estable. Definir hacia dónde vamos no es sencillo para nadie, mucho menos para las y los jóvenes en proceso de elección de carrera o de transición. Zygmunt Bauman (2015) bordó alrededor de la noción de futuro en la posmodernidad una visión útil para quienes acompañan la especificidad de una elección o la complejidad de una transición. Este artículo habla de eso, de mirar a través de la visión de Bauman esa construcción de futuro en las y los jóvenes.
Palabras clave: Jóvenes, construcción de futuro, orientación y elección.
Key words: Youth, building a future, guidance and choice.
Una confrontación entre ideales y realidades
Aproximarse a la construcción de futuro de las y los jóvenes a partir de una lectura crítica de la obra de Bauman (2015) resulta hasta cierto punto perturbador, por el choque de visiones que confronta al sistema de orientación anclado en la inercia de las cosas. Recuperar algunas ideas de Bauman nos lleva al contexto de una crisis estructural y sistemática, que acompaña las distintas etapas de la vida. Un estado de crisis que explica, en buena medida, la ansiedad juvenil, la incertidumbre que rodea a las y los jóvenes y, sobre todo, esa difusa y a veces engañosa noción de futuro.
La construcción de futuro tiene sentido cuando se confrontan los ideales y las realidades. La idea de futuro se nutre de lo ideal. Lo que hace al futuro insostenible es esa intención de lo ideal, “…de perfección…”. Pero todo lo que podemos saber del futuro es “expectativa”, “deseo”, porque la realidad es lo que acontece y se disuelve en lo inmediato. En consecuencia, el futuro es “…un estado de infancia perpetua y una posibilidad nunca alcanzada a plenitud, pese a que todos los esfuerzos que marcan a la existencia humana se abocan a [ello]…” (Bauman, 2015, p. 118).
En la noción de futuro hay una idea que no puede apartarse de la incertidumbre y del sentimiento de inseguridad. Bauman afirma que “Podríamos decir que la posmodernidad es una modernidad sin ilusiones…” (Bauman, 2015, p. 41). Un futuro donde no hay futuro.
El espacio social
El análisis de la realidad permite a las y los jóvenes la construcción de una idea de futuro apegada a lo fáctico, a lo inmanente, lo que demanda un ejercicio de comprensión más allá de la forma. Justo esto refleja lo que somos y el lugar a donde hemos llegado. “En el corazón de la sociabilidad, se encuentra la soledad…” (Bauman, 2015, p. 73), pero no solo eso, sino también el caos, “…el mundo donde todo puede suceder…” (Bauman, 2015 p. 74) y donde todo se puede justificar:
“… las guerras, torturas, migraciones obligadas y otras brutalidades calculadas que constituyen gran parte de la historia reciente, han sido en su mayoría llevadas a cabo por hombres que consideraban que sus acciones eran justificadas y, de hecho, exigidas conforme a ciertos principios básicos que los que creían…” (C.H. Waddington, citado por Bauman, 2015, p. 81).
La sociedad moderna remodeló el espacio social; formuló reglas y cánones generales. Dispuso lo necesario para crear la ilusión del éxito individual con base en el comportamiento racional y social. Pero apelar solo al esfuerzo individual en un entorno de profunda desigualdad es ignorancia o declarada perversidad. No es únicamente lo social, sino todo el sistema de valores que tiene que ver con lo íntimo y lo privado lo que en la posmodernidad condiciona y significa al sujeto.
La naturaleza de las cosas
Así, el ser humano se debate alrededor de una cierta idea del caos que supone pasajera, cuando en realidad esa situación caótica es la esencia y la naturaleza de las cosas:
“Las ilusiones… se resumen en la convicción de que el ‘desorden’ del mundo no es sino un estado temporal y reparable, que tarde o temprano será sustituido por los principios de la razón, ordenados y sistemáticos. La verdad en cuestión es que el ‘desorden’ permanecerá, al margen de lo que hagamos o conozcamos, que los pequeños órdenes y ‘sistemas’ que elaboramos son frágiles… y arbitrarios, y a final de cuentas tan fortuitos como sus opciones.” (Bauman, 2015, p. 41)
La realidad se opone al mundo de las ilusiones y a veces, si no es que siempre, la orientación vende futuros idealizados, sin reparar en un hecho irrefutable: “…entre el presente y el futuro; el futuro es siempre un nuevo comienzo, un comienzo absoluto…” (Bauman, 2015, p. 108).
Libertad y elección
En orientación el llamado Proyecto de Vida resulta un paradigma difícil de remover. Es algo dado y nada parece contravenir la idea de que hay márgenes para construirlo más allá de las trayectorias de origen o de clase social. En Bauman, el concepto de libertad es fundamental para comprender el espacio de las elecciones. Ser libre significa poder elegir:
“En la sociedad moderna, algunos individuos son más libres que otros; unos más dependientes que otros. A algunos se les permite tomar decisiones autónomas. Y estas decisiones pueden ser autónomas gracias a los recursos con que cuentan quienes toman la decisión, ya sea que se confíe en que éstos conozcan sus intereses y, por ende, tomen decisiones adecuadas y razonables, o que las decisiones que tomen estén fuera de la competencia del código… socialmente promovido y se declaren indiferentes… A otros no se les permite tomar decisiones plenamente autónomas… y, o bien, se les considera incapaces de conocer sus verdaderos intereses y actuar conforme a ello…” (Bauman, 2015, p. 38)
Se es libre en la medida en que se puede elegir. ¿Las y los jóvenes son libres de elegir su Proyecto de Vida? En la sociedad hay quienes fijan las reglas y otros, los que definen el camino. Así, nuestras elecciones responden a los significados que le damos a las cosas. Significados que dicen lo que somos o creemos ser.
El despertar del Yo tiene que ver con la responsabilidad y la libertad de elección; es decir, con el para qué de las cosas. “Yo soy yo en la medida en que soy responsable, un yo no intercambiable… nadie puede sustituirse por mí” (Emmanuel Lévinas, citado por Bauman, 2015, p. 91). Esa situación entraña “…la temible inseguridad de la responsabilidad” (Bauman, 2015, p. 92).
La decisión y las elecciones. “El ‘camino correcto’…comienza a dividirse en ‘razonable desde el punto de vista económico’…o ‘moralmente adecuado’” (Bauman, 2015, p. 11). Pero, todo esto, ¿a los ojos de quién? El código de reglas, la universalidad de pensamiento y de fundamentos de la sociedad moderna, simplemente no opera en la posmodernidad. Por eso, “…el libre albedrío sólo se manifiesta en las elecciones equivocadas” (Bauman, 2015, p. 13). El esquema de lo unitario y lo universal abre paso a la incredulidad, que pronto se convierte en la esencia de lo posmoderno:
“… ‘pos’ no en el sentido cronológico…, sino en el sentido de que… los esfuerzos que la modernidad ha realizado…estaban desviados, erigidos sobre bases falsas y destinados… a agotarse. En otras palabras… la propia modernidad demostrará… su imposibilidad, lo vano de sus esperanzas y el desperdicio de esfuerzos. El código… con fundamentos universales e inamovibles nunca se encontrará… ahora sabemos que… cuando nos embarcamos en ese viaje de exploración: de una realidad con ‘fundamentos objetivos’ es una imposibilidad práctica, quizá incluso… una contradicción.” (Bauman, 2015, p. 17)
La incertidumbre
Las condiciones de vida acaban por imponerse y son el origen de conflictos permanentes que restringen la libertad. Pero hay otro punto que envuelve la noción de futuro: la incertidumbre, que choca con la estructura racional del sistema de orientación.
“Vivimos en este mundo… sin principios…, demostramos día a día que podemos vivir, o aprender a vivir, o lograr vivir en este mundo, aun cuando pocos de nosotros podríamos definir, si nos preguntaran, cuáles son los principios rectores y, menos aún… cuáles son los ‘fundamentos’ sin los cuales supuestamente nunca podremos… [vivir].” (Bauman, 2015, p. 41)
Más allá de la racionalidad estricta del sistema de orientación está la diosa fortuna, el azar. “En este mundo suceden cosas sin que haya una causa que las haga necesarias, y la gente hace cosas que difícilmente pasarían la prueba de un propósito responsable, ya no digamos ‘razonable’” (Bauman, 2015, p. 42).
La filosofía del propósito
Todo en la vida tiene un objetivo, pero no siempre claro y otras tampoco compartido. “Tener un propósito divide los hechos en útiles e inútiles. El propósito proporciona la medida y el criterio de elección, convierte los hechos en opciones y nos permite compararlos…” (Bauman, 2015, pp. 65-66).
Así es como la gente cree que si hace lo correcto “…nunca volverá a sentirse equivocado” (Bauman, 2015, p. 65); sin embargo, en un mundo donde lo bueno y lo malo dependen de circunstancias históricas y de valores funcionales, y donde la noción de futuro está inmersa en la ansiedad que produce la incertidumbre, no hay manera de saber qué es lo correcto y qué lo incorrecto. Todo es relativo, depende del lugar, de la época y de las circunstancias. Esa relatividad junto a la dinámica de los tiempos nuevos no permite establecer racionalidades que valgan para las distintas elecciones.
Posmodernidad e inexistencia de futuro
No obstante, lo anterior, “El hombre moderno confiaba en la capacidad del futuro para corregir las injusticias del presente… Le confirió al tiempo por venir su confianza…” (Alain Finkielkraqut, citado por Bauman, 2015, p. 52). La posmodernidad se encargó de mostrar la cruda realidad del presente y la inexistencia del futuro:
“…futuro genuino, el que aún no ha sido ─a diferencia del futuro que existe en la anticipación… el futuro presente─ es lo que no puede asirse de ninguna manera. La exterioridad del futuro es totalmente diferente de la exterioridad espacial, precisamente porque extender la mano no bastará para asirla. El futuro ‘nos cae encima’ y ‘nos abruma’.” (Emmanuel Lévinas citado por Bauman 2015, p. 108).
Ahí está la creencia de que, si somos buenos, habrá necesariamente recompensa. En este sentido, “Ser moral significa invertir en el futuro… Significa… controlar lo incontrolable, hacer habitable… lo desconocido” (Bauman, 2015, p. 67).
Bauman (2015) plantea que una de las características de la posmodernidad es “la debacle de lo ético”, pero también afirma que asistimos a la sustitución de la estética por la ética. La ética posmoderna dibuja de cuerpo entero a la sociedad de nuestros días con eso del “… imperio de lo efímero”, “La Era del vacío”, una época, dice, liberada “…de los últimos vestigios de los opresivos ‘deberes infinitos’, ’mandamientos’ y ‘obligaciones absolutas’” (p. 8).
Hoy en día, la gente es lo que es, desvinculada de la idea del autosacrificio, no “…está dispuesta a hacer un esfuerzo por alcanzar ideales morales ni defender valores morales” (Bauman, 2015, p. 8). Se ha apartado de lo que “debería ser”, para asumir un rol centrado en el Yo, más que en el Otro. Por esto, la sociedad está llena de extraños, de Terceros sin rostro que confirman la soledad del sujeto, de la persona, del individuo. “La ‘perspectiva posmoderna’…significa ante todo que se arranca la máscara de la ilusión y se reconocen como falsas ciertas pretensiones…” (Bauman, 2015, p. 8).
Son los mismos problemas éticos –derechos humanos, justicia social, equilibrio entre la cooperación pacífica y la guerra– pero con otra visión de las cosas. Ya no basta considerar el dilema moral como “…la distinción entre ‘lo correcto’ o ‘lo incorrecto’…” sino de preguntarse correcto con base en qué o para quién, e incorrecto respecto de qué o de quiénes. Y en este dilema, cabe una primera definición: “Son las acciones las que se debe elegir, las acciones que se han elegido entre varias que podrían elegirse pero que no fueron elegidas, las que es necesario ponderar, medir y evaluar” (Bauman, 2015, p. 11).
Un mundo asimétrico e irracional
Lo anterior no deja de ser una postura racional en un mundo irracional; el propósito es racional y los actos de la vida, con frecuencia, son azarosos, dependientes de una senda que se recorre sin mucho control de lo que pasa a nuestro alrededor.
Un mundo asimétrico y diferente no admite universalismo alguno: “…fomentar normas universales se considera una sospechosa supresión de la naturaleza humana…” (Bauman, 2015, p. 50).
Pero el Yo siempre está en función del Otro, de ese Otro con rostro que nos significa. Esto,
“…no deja de ser un despertar. O, dicho con mayor énfasis, un desengaño. Podemos mantenernos despiertos o no; podemos desengañarnos, pero también seguir engañados. Y tanto el despertar como el desengaño indican un pasadizo de dos vías. Si podemos despertar o desengañarnos, también podemos quedarnos dormidos y engañarnos. La incertidumbre mece la cuna…; la fragilidad la persigue durante toda su vida…” (Emmanuel Lévinas, citado por Bauman, 2015, p. 90)
La estructura entraña jerarquía y con frecuencia es sinónimo de poder, pero “…la autoridad no necesita fuerza”. En otras palabras, “…es la falta de resistencia lo que verdaderamente desarma” (Bauman, 2015, p. 93).
La relación entraña jerarquía. “El suave toque del amor se convierte en una férrea garra de poder”. Un tema de “dominación”. No hay equilibrio ni permanencia posibles. “En el ascenso hacia las normas de un cariño rutinario, el amor es el primer lastre que se arroja por la borda”. Una relación construida en la asimetría de la pareja. “Desde el lado más débil de la relación amorosa, la elección estaría no entre el cuerpo vivo y el esqueleto del amor, sino entre ser amado –en cualquier forma– y estar abandonado” (Bauman, 2015, p. 120).
Fronteras y límites del amor
En el mundo de las y los jóvenes hay mucho de soledad, pero también un gran sentimiento y un enorme romanticismo en todo: hacia causas políticas, por supuesto, pero también a movimientos sociales. Marc-Alain Ouakknin (citado por Bauman, 2015) habla sobre la dialéctica de la caricia. “La mano que acaricia, dice, siempre se mantiene abierta; nunca se cierra para ‘asir’; toca sin oprimir, se mueve obedeciendo la forma del cuerpo que se acaricia” (p. 107). Lévinas (citado por Bauman, 2015) se refiere al sentido primario que tiene la caricia: “…es la actividad del amor erótico; visualiza lo que en el amor escapa a la visión; se presta a la descripción, a diferencia del amor. En la descripción, la caricia representa al amor…” (p. 107).
Así, se llega a la forma, al sentido, a la proximidad y al espacio y el tiempo que se funde:
“…la caricia es el gesto de un cuerpo que se comunica con otro… En el centro de la caricia encontramos… el patrón mismo del amor, esa condición que debe su maravillosa capacidad de reunir lo separado, de compartir temores y alegrías, precisamente a su ambivalencia innata e inextricable.” (Bauman, 2015, p.109)
El amor tiene su propia naturaleza, a la que subyacen contradicciones y dialéctica:
“…vencer lo invencible, hacer propios los sufrimientos de la pareja, ‘absorber’ los sentimientos de la pareja, ser parte del ser de la pareja ─ ‘amar es cambiar hasta parecerse al ser amado’, como sugiere Kierkagaard─, convertir dos cuerpos en uno, transformar los límites entre cuerpos en la costura que mantiene unido a este cuerpo. “(Bauman, 2015, p. 110).
No obstante lo anterior, el propio Kierkegaard (citado por Bauman, 2015) plantea una cierta fatalidad respecto al amor, en cuanto a su propio ciclo en el tiempo:
“Porque nuestro amor ha llegado a su fin, porque su poder se ha desgastado, esa persona ha terminado con nosotros… Retiramos nuestra disposición de participar en otras manifestaciones; le negamos el derecho que tiene todo ser vivo de mantenerse inasible, y luego nos sentimos sorprendidos y decepcionados de que la relación haya dejado de existir. “Tú no eres lo que yo creía”, dice quien se siente decepcionado. ¿Y qué era eso? Un misterio ─que es lo que a fin de cuentas es un ser humano─, un emocionante enigma del que nos hemos cansado. Por consiguiente, nos creamos una imagen, y éste es un acto sin amor, la traición.” (p. 110)
Contundente, Bauman (2015) afirma: “El amor vive de su fracaso”. Esto es así, porque “La visión que se forma sobre lo que podría ser la pareja en verdadera libertad se tambalea en cuanto se observa la ‘verdadera’ libertad de la pareja” (p. 111). Y, entonces, se llega a esa cierta fatalidad de la relación: “Mientras más íntimas son las relaciones, más vulnerables. Lo placentero del amor se pierde antes de que se inicie” (p. 111).
Lo efímero, lo líquido, lo que desaparece es propio del sentimiento que une a las personas en una relación de ciclo finito:
“La mala salud es la normalidad del amor. Al igual que los propios amantes, el amor muere debido a su mortalidad ‘preprogramada’, no por causa de enfermedad fortuita y en principio evitable. La muerte del amor es producto de su vida activa. Cada enfermedad podría ser curable, pero la cura es tan sólo un subterfugio, o sea, otra enfermedad.” (Bauman, 2015, p. 114).
La dialéctica de este sentimiento sintetiza una permanente ambivalencia: “El amor es una alegría continua, aunque también un sacrificio constante”. Su germen reclama el mutuo consentimiento, pero su final, solo el de uno de ellos. “La relación amorosa no puede crearse a menos de que ambas partes estén de acuerdo; no obstante, basta la decisión de una de ellas para terminarla” (Bauman, 2015, p. 120).
Su naturaleza siempre es finita, pero eso no se admite como su normalidad intrínseca: “…es discordante con las características de ‘para siempre’ y ‘único’ del complejo amoroso romántico” (Anthony Giddens, citado por Bauman, 2015, p. 121).
En la posmodernidad, la intimidad no admite “…deberes y obligaciones morales”. En otras palabras, “…el que cada integrante de la pareja ‘obtenga satisfacción’ es el significado de que la relación se dé ‘por placer’, y la única justificación para que una relación íntima se mantenga viva” (Bauman, 2015, p. 122). Esto es, que la relación tenga “…un carácter episódico significa…que lo que suceda hoy no compromete el futuro…que la cercanía de la pareja no se ‘acumula’ con el tiempo, sino que más bien se extingue…” (Bauman, 2015, p. 124). Las normas que la posmodernidad impone y descubren que
“La ‘relación pura’, libre de ‘ataduras’, sin obligaciones mutuas ni garantía de duración, parecería ser una oferta tentadora siempre y cuando el fondo de opciones parezca inextinguible. La riqueza de dicho fondo, empero, es tan sólo el reflejo de la amplitud de los recursos propios; cuando éstos se reducen ─como inevitablemente sucede con la edad─ lo mismo acontece con el fondo. Más este descubrimiento llega, como el Mesías de Kafka, un día después de su llegada.” (Bauman, 2015, pp. 125-126)
Conclusión
Bauman retrata los contornos del mundo de las y los jóvenes y con ello muestra el sistema complejo en el que está inmersa la práctica profesional de la orientación. Un constructo sociológico, pero también psicológico de las cosas, que hacen necesaria una deconstrucción detallada de la realidad y el acotamiento de una idealidad en el proceso siempre riesgoso de construcción de futuro.
Bauman plantea una convivencia en soledad, aunque siempre estamos acompañados. Un Tercero que nos rodea, que asume diferentes roles y rostros, en medio de una sociedad líquida, con extremos y excesos de temporalidad. Nada permanece. Y, en este mundo adiafórico, la o el joven tiene que transitar sus propios caminos, hacerse responsable de sus decisiones; porque la libertad es eso, dar el paso por nosotros mismos y descifrar lo que hay del otro lado de nuestra elección y de nuestra transición.
Subyace en Bauman la necesidad de reconocer la oposición existente entre modernidad y posmodernidad. Es decir, entre la realidad que confronta nuestro sentido ideal de las cosas y nuestras maneras de decidir y de construir; de enlazar presente con futuro. De eso se nutre la orientación educativa en tiempos en los que domina la incertidumbre y el advenimiento de nuevos paradigmas, que trastocan todas las certezas que teníamos del mundo.
A las y los jóvenes en proceso de decisión y transición, tanto como a las y los orientadores, los cruza hoy el mismo espíritu de los tiempos: un cambio que se instala más allá de la razón instrumental de la técnica o de la racionalidad estricta. En Bauman hay un planteamiento epistémico y filosófico, que confirma la necesidad de entender los sistemas complejos como algo indispensable en la construcción de futuro de las y los jóvenes.
Bauman, Z. (2015), Ética posmoderna. México: Siglo XXII Editores.
Bauman Z. (2011). Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global México: Fondo de Cultura Económica.
Bauman, Z. y Bordoni, C. (2016). Estado de crisis. México. Paidós.
Bauman, Z. y Dessal, G. (2014). El retorno del péndulo. España: Fondo de Cultura Económica.